Cambia “tiende así” por “tiende como quieras… pero que tienda, por favor”
Porque no se trata de las colocar «bien» las pinzas, sino de poder soltar (un poco) el control
Imagina esta escena:
—¿Pero qué haces colgando los pantalones así? ¡Se arrugan todos!
—Pues los he colgado como yo quiero…
—Ya, pero es que no es así como se hace.
—¿Entonces para qué me dices que lo haga?
Y ahí estás tú, frente al tendedero, sintiendo que más que una colada, estás librando una batalla campal entre tu necesidad de control… y tus ganas de que tu pareja colabore.
Porque claro, en el fondo te encantaría que se le hubiera ocurrido tender sin que tú le dijeras nada. Pero ahora que lo ha hecho, lo único que puedes pensar es:
“¡pero que lo haga bien, por favor!”.
Porque así como lo hace, queda todo arrugado, mal colgado y encima luego hay que planchar.
Y lo único que tú quieres es que lo haga como tú lo harías, que tampoco es pedir tanto… ¿O sí?
Y es que este tipo de escenas me las encuentro muchísimo en sesión: que si los pantalones se cuelgan por la cintura o por los bajos, que si las camisetas hay que sacudirlas antes, que si el lavavajillas se carga con lógica o al tuntún…

En fin, pequeños tics y manías que muchas veces son solo eso… o mucho más que eso.
Quiero haga cosas… pero a mi manera
Querías que tendiera, y ahora lo ha hecho.
Sin embargo, aquí estás tú, mirando los pantalones colgados del revés, con la camiseta de tu hija en una percha doblada en dos y las pinzas de colores mezcladas. Horror.
Te hierve la sangre, pero lo que no dices en voz alta es:
“Solo quiero que lo haga como le digo. Es más fácil y luego nos vamos a evitar mucho trabajo de planchar… ¿por qué te cuesta tanto?”
Lo que ocurre muchas veces no es que tu pareja no sepa hacerlo… es que no sabe hacerlo a tu manera, y eso ya es otro nivel de exigencia.
Porque en tu cabeza, hacerlo no es solo: es hacerlo exactamente como tú lo harías, confiésalo!
Y sin necesidad de pedirlo, a poder ser (esto seguro que te gustaría).
Pero aquí viene lo complicado: si no sueltas un poco ese control, la colaboración se esfuma.
Porque, aunque tengas razón (y muchas veces la tienes), vivir con la sensación de estar siendo evaluado o corregido todo el tiempo no invita a participar… invita a rendirse.
Y lo sé, no es que quieras mandar.
Es que estás cansada, sobrepasada, y necesitas sentir que alguien más te sostiene.
¿Cómo evitar que esto pase (una y otra vez)?
Aquí van algunas claves para que colaborar no acabe siempre en conflicto (y que no tengas que planchar con rencor acumulado):
- Antes de delegar, respira y acepta que no lo hará igual. No es personal, es diferente.
- Habla desde ti, no desde el juicio. Cambia el “así no se hace” por “yo suelo hacerlo así porque luego me ahorro plancha”.
- Deja espacio al aprendizaje. Nadie mejora con críticas, pero sí con tiempo, práctica y algo de humor.
- Valora el gesto antes que el resultado. Si no has tendido tú, ya has ganado media batalla.
- Soltarte no es renunciar, es confiar. Aunque no quede como tú lo harías, ¿realmente vale una discusión?
Si tu pareja quiere hacerlo así y planchar luego, pues que lo haga así. Suelta! Y si aún así sientes que no puedes evitar controlar, quizá el siguiente paso es preguntarte:
¿Qué me está costando delegar de verdad? ¿Tareas… o parte del control sobre cómo deben hacerse las cosas en casa?
Si has visto tu reflejo…
…colgando la ropa con frustración, corrigiendo a tu pareja mientras piensas
“¡si lo hiciera como yo quiero, no habría problema!”,
este es un buen momento para hacer una pausa y preguntarte:
¿Qué pesa más? ¿El gesto o la perfección?
Y si te apetece aprender a soltar ese control que tanto cansa y a mejorar la comunicación en pareja desde la complicidad y no desde la corrección, hablemos porque estaré encantada de acompañarte y trabajar en ello con vosotros en una sesión de valoración gratuita.

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